Niños que no son niños
Actualizado: 18 de abr de 2018
“Realmente nunca crecemos, solo aprendemos cómo actuar en público”
Bryan White.

Imagina los primeros 11 años de tu vida, ese tiempo alejado de las responsabilidades, en
donde descubres el mundo a través de la imaginación y el juego; ahora imagina despertar
hacia la vida adulta de la noche a la mañana, descubrir un cuerpo que no es tuyo, sentir
emociones que no controlas y responsabilidades que no tenías, ¿suena intenso no? esta
es la adolescencia.
De la infancia a la adolescencia
Según el diccionario de la Real Lengua Española, el término adolescencia es el
“periodo de la vida humana que sigue a la niñez y precede a la juventud”, periodo de
cambios físicos, psicológicos y sociales en una persona cuyos sentimientos superan la
razón, principal característica de esta etapa.
La adolescencia es una transición abrupta entre ser niño y convertirse en adulto, un
periodo de búsqueda de autoconocimiento, un proceso de búsqueda imparable de la
identidad al momento de perder un rol que había desempeñado desde el nacimiento,
una etapa de autonomía y libertad de los brazos de mamá y papá.

Paternidad en tiempos de adolescencia
Si bien, como padres, podemos observar en nuestros hijos una madurez física
importante y un aspecto corporal más parecido al de un adulto, no podemos dejar a
un lado que la madurez cerebral aún no concluye y no podemos, ni debemos, esperar
un comportamiento completamente distinto al de la infancia.
Los adolescentes necesitan de figuras paternas que los motiven, que los comprendan y
los dirijan en la búsqueda de su propia identidad, que estén dispuestos a escuchar y
negociar, sin dejar a un lado las reglas y valores propios de una persona con autoridad;
que los acompañen en el trayecto de maduración sin marcarles el paso, soltándoles la
mano, solo caminando a su lado, permitiendo la comunicación en momentos de
incertidumbre y transmitiendo seguridad sin sobreprotección.

Como padres, es muy difícil también adaptar la crianza de un niño a un adolescente y
no cruzar la delgada línea entre la nueva libertad que deseamos otorgarles y el
indeseado libertinaje; más que dejar de ver la inocencia y fragilidad en un ser que
protegimos todo este tiempo y que ahora nos demanda libertad, es un proceso de
instinto y confianza hacia el trabajo que hemos realizado todos estos años viéndose
reflejada en nuestros propios hijos.
Entender que la adolescencia es una etapa, que como todas, pasa más rápido de lo
que imaginamos, que es un proceso evolutivo no solamente físico si no también
psicológico y que, como adultos, nosotros somos los que controlamos nuestras
emociones, son algunas de las claves en el éxito de la paternidad cuando nuestros
niños descubren que ya no son niños.